Me presento con un reverencia,
un saludo cortés, poco elegante,
nada propio de mi talante...
Si al doblegarme se cae el sombrero,
no deje que lo levante,
una galera desperdigada en el suelo,
la pena de recoger no vale...
Este saludo tal vez no entiende,
pero de ello no se angustie,
lo comprensible no se comprende
para que explicaciones innecesarias a su oído musite.